El lunes fui a mi primer taller de cocina, estaba más ilusionada que un niño con zapatos nuevos. ¡Con lo que me gusta la cocina! Pero saliéndome un poco de mis habituales recetas de repostería, que es en donde tengo más recorrido, me apunté a un taller de platos salados titulado «Cocina para tuppers».

Más útil imposible, un taller donde te enseñaban a cocinar cuatro recetas rápidas pero resultonas para llevar de comida al trabajo. Lo mejor de todo es que aprendimos a cocinarlas y nos llevamos una ración de cada una para tener comida para toda la semana.

El taller estaba organizado por La Patente, un espacio chulísimo situado en Villarroel 123 (Barcelona) que cada mes acoge unos cuantos cursos de cocina de todo tipo: de iniciación al sushi, de repostería, de arroces, de cocina con niños, etc. Lo conocí porque un día me dejaron un comentario en el blog y viendo su web decidí probar uno de sus cursos de cocina, que ellos definen como «la escuela de lo cotidiano» porque son talleres útiles para aplicar en nuestro día a día.

El coste del curso varía, pero suelen estar entre los 35 y los 45 €. Duran aproximadamente unas dos horas o dos horas y media, que luego pueden ser un poco más, todo depende de la destreza de los alumnos a la hora de hacer las recetas. En mi curso tuvimos problemas de timming y nos extendimos un poco más mientras la última receta acababa de hacerse en el horno. Os cuento cómo fue:

Nada más entrar nos sentamos en la mesa todos juntos y la profesora Angels nos explicó un poco quién era, qué íbamos a hacer en el taller y nos dio algunos truquitos de cocina que guardo a buen recaudo.

Estábamos ante una chef con una buena trayectoria: además de haber estudiado en la escuela Hoffman y de dirigir un programa de radio sobre gastronomía, Angels tiene mucha experiencia en dar cursos de cocina y eso se nota. El curso fue muy ameno y divertido, en todo momento nos iba aconsejando y también vigilando ¡por si a alguien se le quemaban las cosas!

Aunque fuera un curso de cocina para tuppers, hicimos recetas elaboradas (al menos de apariencia) pero muy rápidas de preparar. El plato más sencillo fue quizá la ensalada de judías verdes y patatas violetas con queso feta y huevos de codorniz, acompañada de una vinagreta, que es un plato fresquito ideal para el calor.

Después hicimos dos platos de pescado, caballa al horno con tomatitos y patatas al estragón y bacalao «a la llauna» con mongetes del ganxet, que son unas pequeñas habas blancas que iban sofritas con aceite, ajo y un poco de pimentón.

Y por último un confit de pato con salsa de frutos rojos, elaborada con vino de oporto, mermelada, grosellas, arándanos, un poquito de mantequilla y maicena para espesar; una salsa que me sorprendió muchísimo porque es facilísima de hacer y la da un toque impresionante a las carnes.

Nos dividieron en grupos y cada uno hacía una receta. El momento de crisis llegó a la hora de repartir la comida: todos los platos se hicieron para 12 raciones, pero uno de los grupos sólo hizo 10, así que hubo que hacer un apaño y quitar un poco de aquí y de allá para conseguir una ración para todos!

Ha sido una experiencia genial, primero porque hay muy buen rollo entre los «alumnos» y la profesora y segundo porque el espacio es chulísimo y está todo muy bien organizado. Estoy segura de que voy a repetir. ¡Enhorabuena a La Patente y gracias por la experiencia!

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La Patente

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