ACTUALIZACIÓN: ESTE RESTAURANTE HA CERRADO. Sus dueños han abierto un nuevo y muy recomendable restaurante, cuya reseña puedes leer aquí]
Mientras corta con precisión las verduras, da charla a los clientes, que observan con detalle cómo prepara los platos; al mismo tiempo contesta a un compañero que le pregunta cómo va con los pedidos y echa un vistazo rápido a su alrededor para asegurarse de que todo está en orden. Nunca había visto a nadie tan multitarea como Nicola, el chef del restaurante La Castanya, y por si fuera poco además es simpático.
Desde mi última visita a La Castanya, todo ha cambiado. Aquel bar que empezó como sitio de estupendas hamburguesas en Barcelona, se ha hecho mayor y ahora su comida viene en forma de tapas… ¡y qué tapas! Los platos fríos se preparan en la barra, delante del cliente, un auténtico espectáculo, y las tapas calientes se elaboran en la cocina, que se puede ver totalmente desde la calle. Transparencia absoluta.
Al entrar en La Castanya nos recibió Matteo, uno de los dueños, que nos presentó a su socio Nicola, el chef encargado de preparar las tapas frías en la barra, como veis arriba. Tras explicarnos la carta nos dejó un momento para elegir qué queríamos comer, además de «obligarnos» a probar platos imprescindibles según él. Qué bien que le hicimos caso 🙂
Nos esperaba por delante un menú lleno de creatividad, de sabor y con una presentación que nada tiene que envidiarle a un restaurante de postín. Lo bueno es que aquí el precio es asequible, no hace falta rascarse demasiado la cartera para comer bien. Y así fue nuestra comida…
Para empezar nos sirvieron un surtido de ibéricos, una ración de pan de coca con tomate y una ensalada caprese, que pedimos por recomendación suya. Todo buenísimo, en especial la ensalada caprese, que era diferente a lo que nos esperábamos. Cuando hablas de tapas no te esperas un plato muy sofisticado ni una gran presentación, pero esta ensalada tenía todo eso: mozzarrella de búfala, tomate kumato, y bizcocho de albahaca; todo sobre una base de salmorejo que le daba un toque muy fresco. ¡Deliciosa!
Pero el mundo de las ensaladas aún nos iba a sorprender más, cuando nos trajeron la ensalada de crustáceo en texturas. Estaba compuesta por una ensaladilla de verduras con salsa de crustáceos, elaborada con el jugo del marisco, según nos explicó Nicola. Además llevaba una espuma y una tosta de pan para mojar, que se hizo pequeña para lo rica que estaba la salsa.
Lo siguiente fueron unas croquetas de pollo asado a la marsala y una croqueta de ossobuco y gremolata de cítricos. Las de pollo venían originalmente presentadas dentro de una huevera, mientras que la del ossobuco venía sobre el propio hueso de la carne. Las dos eran totalmente caseras, sabrosísimas, nada aceitosas.
Después fue el turno del tartar. Primero un delicioso tartar de trucha salmonada con mostaza de hierbas y manzana ácida. Nunca había probado un tartar de trucha, y me sorprendió su sabor con el toque fresco de la manzana. Más tarde vino el filete tártaro, que cedí amablemente a mi acompañante porque no puedo con la carne, y menos cruda, pero os confieso que la probé. ¡Y estaba rica!
Para terminar este desfile de tapas increíbles al gusto y a la vista, nos trajeron una tapa de pulpo a la brasa y un rodaballo rústico en su jugo, sabrosísimos los dos y con una presentación estupenda. Ya habéis visto que todos los platos que comimos entran por los ojos, porque si algo cuidan es la presentación, hasta el último detalle.
De postre elegimos la cheesecake casera. Nos esperábamos una porción de tarta, pero en vez de eso vimos que el chef ponía encima de la mesa… ¿una plancha? sí sí, aquello era una plancha de la ropa pero en versión mini. No teníamos ni idea de qué iba a hacer con eso y de qué tenía que ver con nuestro postre.
De repente saca un tarro de cristal con una crema blanca en el interior, la cubre de mermelada y la decora con crumble de galleta. Coge una tapa de papel y sella el tarro con el calor de la plancha, como si estuviera tapando un yogur. Aaaah, para esto era la plancha. Tras dejarla reposar unos minutos, nos sirve el postre, abrimos la tapa y metemos la cuchara. Y voilà, así sabe una de las mejores tartas de queso que he probado en bastante tiempo. Cremosa, con un buen sabor a queso de verdad, que es como me gustan.
Tras haber conocido La Castanya en sus inicios sabía que no me decepcionaría, pero no me esperaba un sitio de tapas de tanta categoría, tanto en presentación como en sabor. Fue una comida de lo más agradable, gracias a la simpatía y amabilidad del personal, que se nota que disfruta con su trabajo.
El local estaba llenísimo, y espero que siga así, porque se lo merecen. Es difícil destacar entre la oferta que hay en una ciudad tan grande como Barcelona, pero en La Castanya van por buen camino, y pese a que su status de bar de tapas es muy reciente, os aseguro que ocupará un lugar importante en vuestra lista de restaurantes preferidos. ¡Un sitio para repetir!
Tiene muy buena pinta ademàs de estar muy bien ubicado! A ver si nos acercamos 🙂
Sí! Está en un sitio muy céntrico y se come genial. Además los dueños son muy agradables y hablan mucho con los clientes. Ya me contarás, Alexandra!